Luna en Piscis


-Sal del agua, te traigo tus ojos. Están calientes todavía, nunca dejaron de vivir.
Y las notas del violoncello los envuelven en un sueño lejano.
Danza la Luna sosteniéndolos con delicadeza y cierto temor.
-¿No quieres verme danzar? Son tus ojos.
Se acerca a Neptuno, agarra su mano, acaricia sus dedos y los posa.
Él los estruja tan fuertemente que se clava las uñas, gruñe, ruge, abre su mano y caen al suelo mientras la sangre se desliza por su muñeca.
Luna se arrodilla, devora sus ojos con avidez, para seguidamente lamerle la palma de la mano con exquisita paciencia, lamiéndo sus heridas hasta que muda su piel.
Lo mira. Mira sus cuencas vacías y, por primera vez se ven.
Se hace el silencio.

Imagen: Philip Gladstone